Mis sexenios (55)
José Guadalupe Robledo Guerrero.
La segunda etapa del sexenio montemayorista
En abril de 1996 publiqué en El Periódico... un artículo de mi autoría titulado: Rogelio Ramos Oranday, un lobo con disfraz de oveja, en cuyo texto sostenía que el secretario de Desarrollo Social montemayorista no era el tecnócrata eficiente y el funcionario honesto como lo aseguraba la publicidad gubernamental, por el contrario era el principal cómplice y regenteador del macronegocio que Rogelio Montemayor Seguy quería hacer con los terrenos adquiridos en el oriente de Saltillo por la fantasmal Fodeisa (Fomento al Desarrollo Inmobiliario de Saltillo), cuyo director era Darío Martínez Álvarez, quien al mismo tiempo era director del IEV (Instituto Estatal de la Vivienda).
En ese artículo periodístico insistí en el macronegocio de Fodeisa, cloaca que habíamos destapado meses antes y que se había convertido en uno de los principales escándalos del montemayorismo, porque desde la adquisición de los terrenos se había exhibido la gran corrupción de ese negocio al comprarle a los particulares a 15 pesos el metro cuadrado para venderlo al gobierno estatal a 30 pesos.
En ese momento el macronegocio estaba en problemas, a tal grado que Montemayor modificó el plan original que era construir en esos terrenos una macroplaza al estilo estadounidense, con museos, lujosos hoteles, restaurantes, tiendas departamentales y oficinas gubernamentales.
La intención montemayorista era vender los terrenos a precios multimillonarios, pero por la denuncia que sacó de la oscuridad al macronegocio y por la cercanía de las elecciones municipales, Rogelio Montemayor y el secretario de Sedesol decidieron cambiar de estrategia, dándole cabida a un parque recreativo con el nombre chilango de Metropolitano, el que hasta la fecha subsiste.
Después de este cambio, hasta Darío Martínez rectificó y dijo: que el gobierno no compró los terrenos a 30 pesos metro cuadrado como me había dicho en una entrevista periodística meses antes, sino a 25 pesos, pero nunca desmintió que los habían comprado a 15 pesos o menos.
Por otra parte, cuando pusimos al descubierto el macronegocio de Fodeisa, para lavarse las manos Rogelio Ramos Oranday aseguró que los trafiques y negocios con terrenos urbanos que se hacían en el Instituto Estatal de la Vivienda no eran cosa suya, sino del hermano del gobernador: Jesús María “La Chuma” Montemayor, que era el encargado de hacer los negocios de la “familia real” del momento.
Pero los terrenos del parque Metropolitano adquiridos por Fodeisa no eran el único negocio a la sombra del poder diseñado, impulsado y regenteado por Rogelio Ramos Oranday desde la Secretaría de Desarrollo Social, había otros más. Por ejemplo, semanas atrás había salido a relucir otro caso similar: El fraccionamiento MiraSierra, en el cual el gobierno estatal se asoció con algunos ricos terratenientes urbanos saltillenses que se dedican al lucrativo negocio de encarecer los terrenos urbanos para obtener exorbitantes ganancias. El fraccionamiento MiraSierra se financió con recursos que la federación canalizó a Coahuila para el desarrollo social y la vivienda.
Entre lo ricos propietarios del fracciona-miento Mirasierra, socios de Montemayor, estaban: Guillermo Elizondo López, Enrique Martínez y Martínez, los hermanos Javier y Óscar Cabello Siller, “El Coyote” Víctor Mohamar, Eduardo García Guerra y otros “visionarios hombres de negocios” que siempre se han dedicado a especular con la tierra urbana de Saltillo, y que hasta la fecha siguen invirtiendo su dinero en el “negocio de viudas”: comprar terrenos a precios risibles para venderlos a como les dé la gana.
Quizás por eso, Jorge Masso Masso, siempre aconsejaba a quien tuviera dinero que comprara terrenos, “pues la tierra nunca se devalúa al contrario está en constante aumento”. Jorge Masso fue asesor de Rogelio Montemayor, seguramente en estos menesteres, ¿En qué otra cosa podía asesorar Masso Masso?
Para justificar la sociedad del gobernador con los potentados saltillenses, los lacayos del gobierno estatal dijeron que Montemayor se asoció con estos magnates del acaparamiento de la tierra urbana para mantenerlos callados, pues todos ellos eran cercanos a Enrique Martínez y Martínez, principal adversario político de Rogelio Montemayor.
Haiga sido como haiga sido, Montemayor logró lo que pretendía con la sociedad mercantil: desprestigiar ante la comunidad a estos avorazados empresarios saltillenses, quitándoles la autoridad moral para criticar sus malos manejos gubernamentales, finalmente también los enriquistas estaban en “el ajo” montemayorista.
Pero eso poco le importaba a los magnates del encarecimiento de la tierra urbana, ellos seguían sacándole provecho al negocio. Incluso, alentaron a las Cámaras Patronales para que exigieran que los impuestos sobre nómina se invirtieran en continuar el bulevar López Portillo, para que esa vialidad le diera mayor plusvalía a sus terrenos.
Años después, cuando Enrique Martínez fue gobernador construyó el adefesio serpenteante conocido como bulevar Luis Donaldo Colosio, que elevó hasta las nubes la plusvalía de los terrenos que para no variar son de los mismos encarecedores, y de otros más como Luis Horacio Salinas Aguilera “La Rata del Desierto”. Es ocioso decir que esta caprichosa vialidad fue realizada con el dinero de los coahuilenses.
Aunque Ramos Oranday mantuvo en secreto esta sociedad mercantil entre montemayoristas y enriquistas, lo cierto es que al Fraccionamiento MiraSierra le canalizaron recursos federales que venían destinados a subsidiar parte del costo de los lotes o de las casas de interés social, dinero que los opulentos y vivillos fraccionadores utilizaron, según se dijo luego, para introducir los servicios públicos, pero hubo quienes aseguraron que los servicios también fueron introducidos con cargo al erario coahuilense.
Esta desviación de recursos federales fue denunciada por Francisco Navarro Montenegro en una carta dirigida al Presidente Ernesto Zedillo, que le entregó al mandatario cuando visitó Coahuila el 26 de marzo de 1996.
En la misiva Navarro le pedía al Presidente que se investigara al respecto argumentando que: “La delegación estatal de Sedesol en Coahuila entregó a través del Instituto Estatal de la Vivienda el 95 % de los de los recursos del programa de lotes con servicios a un proyecto privado que se denomina Fraccionamiento MiraSierra; sin embargo, además de que esta decisión afecta a cientos de colonias pobres, los recursos fueron asignados en 1994 y es fecha que no se han aplicado en la urbanización de dicho fraccionamiento, deduciéndose la posibilidad de un evidente desvío de fondos a otros proyectos propiedad de grandes empresarios especuladores, beneficiados con la asignación de los recursos federales”.
Pero a pesar de la denuncia, el Presidente Zedillo nada hizo por corregir la desviación de recursos. En México la corrupción, impunidad y cinismo de los políticos que nos gobiernan es la tríada que mantiene inerme a los mexicanos ante sus verdugos gobernantes.
Algo que nadie dudaba era que Rogelio Ramos Oranday estaba metido hasta el cuello en estos ilegales negocios, por eso sus lacayos insistían en que él solamente “recibía órdenes superiores”, pero había quienes señalaban que estas acciones fraudulentas le redituaban beneficios al secretario de la Sedesol, y comenzaron a salir los trapitos al sol, se rumoraba que con sus comisiones había adquirido un condominio en la Isla del Padre, aunque a decir verdad Ramos Oranday y su esposa eran una de las familia felices del montemayorismo, pues ambos cobraban en el gobierno como burócratas de primer nivel
Gran parte de lo hasta aquí relatado apareció en mi artículo periodístico publicado en El Periódico... en abril de 1996 y titulado: Rogelio Ramos Oranday, un lobo con piel de oveja.
Un mes después de la publicación de mi escrito, recibí un oficio de la Secretaría de la Contraloría y Modernización Administrativa firmado por su titular Juan Antonio Cedillo Ríos, “El Legioneta” como le apodaron los periodistas, porque a todos los que se le acercaban les presumía que tenía una hija monja con los Legionarios de Cristo de Marcial Maciel. Cada quien...
¡Si!, el mismo pendejo que 18 meses antes me había enviado otro oficio en donde me solicitaba aportar pruebas que fundaran mis aseveraciones de que el Director de Obras Públicas, Omar Fernández de Lara, pedía dinero a los constructores para beneficiarlos en los concursos de obra pública (El Periódico... edición 275).
En aquella ocasión llevé hasta la oficina del “Contralor” a don Luis Gutiérrez Treviño, padre del constructor afectado y quien me había contado -y pedido que publicara- la solicitud de dinero que le había hecho Fernández de Lara a su hijo.
Don Luis le contó a su “amigo” el “Contralor” la experiencia de su hijo, dejando bien clara la corrupción del Director de Obras Públicas, pero a pesar de la contundencia de los hechos, ningún castigo le dieron a Fernández de Lara, al contrario, meses después lo hicieron Delegado del CAPFCE en Coahuila, para que siguiera robando y “salpicando para arriba”.
La corrupción y la impunidad fueron parte inherente del gobierno montemayorista, pero ahora -desde el gobierno estatal- nos quieren vender la idea que Eliseo Mendoza Berrueto y Rogelio Montemayor Seguy fueron grandes gobernadores priistas: honestos, demócratas, transparentes, capaces, eficientes, etc., es decir todo lo contrario a lo que realmente fueron durante sus gobiernos.
En el nuevo oficio que me envió el “Contralor” Cedillo Ríos me decía que en el artículo de mi autoría: “Rogelio Ramos Oranday, un lobo con disfraz de oveja se hacen graves afirmaciones que implican a servidores públicos de alto nivel en la entidad, por lo que solicito que exhiba ante esta dependencia las pruebas fehacientes de los hechos imputados a efecto de verificar sus aseveraciones”.
Ante esta nueva estupidez, al día siguiente que recibí el oficio de Contraloría, decidí responder a las inquietudes del “Contralor” a través de una carta abierta que publiqué en El Periódico... con fecha de 23 de mayo de 1996, la cual dirigí al sedicente Contralor.
Luego de hacer referencia al oficio recibido y a lo que me solicitaba, le dije lo siguiente:
En respuesta a su manifiesto interés de conocer lo que todo mundo sabe, le hago los siguientes comentarios sobre el particular:
1.- A finales de 1994, y a propósito de otra denuncia que hice con respecto a la inmoralidad de Omar Fernández de Lara, entonces Director de Obras Públicas del Estado, recibí de su parte un oficio semejante. Si recuerda, en aquella ocasión para satisfacer su curiosidad de Contralor acudió ante usted el agraviado, el señor Luis Gutiérrez Treviño, y nada hizo al respecto, al contrario se le dio al corrupto funcionario la delegación del CAPFCE. Según la justificación que usted dio: “Nada se puede hacer con simples comentarios”.
2.- A pesar de que en el caso anterior usted se mostró indiferente ante la comprobación de mi denuncia periodística, tenga la seguridad que siempre estaré dispuesto a colaborar en la lucha contra la corrupción oficial, que dicho sea de paso, es bastante grave y evidente en el gobierno de Rogelio Montemayor.
3.- Antes de entrar en detalles, es necesario que sepa que una de las tareas del periodista es denunciar la acciones corruptas de las autoridades, no dar pruebas de los señalamientos, pues usted es el que está obligado a investigar “las graves afirmaciones”, ya que para eso le pagan y es una de sus responsabilidades.
4.- Aunque usted no es preciso, ni me dice sobre qué “hechos imputados quiere que platiquemos, por lo pronto le diré que para el Contralor del Estado es muy fácil constatar que los terrenos que le compró Fodeisa a la familia De León fueron pagados con dinero del erario público a casi el doble de su valor real. Esto lo sabe Darío Martínez Álvarez, Director del IEV y de Fodeisa, y principal involucrado en el asunto.
5.- Respecto al fraccionamiento MiraSierra, otro objeto de mis comentarios, ha de saber -si leyó mi artículo- que esto ya lo denunció por escrito Francisco Navarro Montenegro al Presidente Zedillo, incluso para su información lo hizo frente al gobernador. Esa carta aparece publicada en la página 15 de la misma edición que invoca en su oficio.
6.- Acerca de los pleitos en el gabinete estatal, usted los sabe mejor que yo, pero si quiere indagar más, pregúntele al Secretario de Finanzas (Antonio Juan Marcos Issa) y al Secretario de Desarrollo Social (Rogelio Ramos Oranday), que son los que han hecho evidentes sus desavenencias y ambiciones.
7.- También es fácil para usted comprobar que entre Rogelio Ramos y su esposa, la Directora del Inegi, cobran en las nóminas oficiales más de cien mil pesos al mes.
8.- En relación a que Ramos Oranday insiste en que todo lo que hace es por órdenes superiores, pregúntele a él y también cuestiónelo por qué razón asegura que Darío Martínez es un funcionario que responde a los intereses de Jesús María Montemayor Seguy. Y si le queda tiempo en su apretada agenda, mándele un oficio preguntándole por qué permite que en su Secretaría se realicen negocios particulares en perjuicio del patrimonio de los coahuilenses.
9.- Tenga la seguridad que me esforcé en comprender qué es lo que usted quiere saber, pero confieso, no lo logré. Por eso me atrevo a sugerirle que si en verdad quiere saber sobre la corrupción que existe en la estructura del gobierno del estado, póngase a trabajar, investigue y tenga por seguro que no necesitará profundizar mucho para percatarse que el lodo le está llegando hasta el cuello y usted no se ha dado cuenta.
10.- Pero si lo que persigue es amedrentarme, tenga la seguridad que no lo logrará, pues tengo la costumbre de fundamentar mis denuncias en hechos verídicos. Por eso me extraña que siendo usted miembro importante del gobierno estatal, aún no se haya dado cuenta de lo que sucede en su entorno, ¿O finge ignorarlo? Créame, en las opíparas mesas del restaurante El Tapanco no conseguirá conocer las tropelías que cometen los funcionarios, ni podrá desde allí combatirlas como es su responsabilidad.
11.- Por último, si usted todavía duda que el proyecto de construir el Parque Metropolitano ha levantado una gran inconformidad entre los saltillenses que conocen de la corrupción con los terrenos de ese lugar, haga una pequeña auscultación entre la población y se convencerá de la justeza de mis señalamientos. Al fin y al cabo en su dependencia hay demasiados empleados ociosos que les dará gusto devengar su sueldo buscando la verdad y no solamente encubriendo los malos manejos.
Ojalá estos comentarios preliminares le satisfagan y le den tranquilidad a su inquieto espíritu, y si de verdad quiere saber mis puntos de vista sobre lo que escribo, para poder entenderlo le sugiero que redacte sus oficios atendiendo las tres reglas básicas de la comunicación administrativa: claridad, precisión y concisión.
Hasta aquí mi respuesta abierta al “Contralor”, pero de nada sirvió, Juan Antonio Cedillo Ríos nunca contestó mi carta, seguramente porque no estaba dispuesto a ponerse a trabajar, él simplemente era un dócil cobra-nóminas. Esos son los empleados predilectos de los políticos corruptos, esos son los personajes de que se rodean todos nuestros gobernantes...
(Continuará).
La segunda etapa del sexenio montemayorista...
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